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Sueños alcanzables

La felicidad

3 Abril 2014 , Escrito por Saldía Roxana

I

Las ráfagas de 98km/hr azotaban aquel pueblo, eran las 21:00hs y sonó aquel timbre ruidoso, de las rejas negras, y luego el de la puerta. Las perras ladraban, una pequeña Caniche Toy con un ladrido muy agudo aturdía a todos en esa gran casa. 3 chiquillos tocaban el timbre hasta que alguien abriera la puerta; finalmente una muchacha abrió la puerta, y los niños entraron corriendo y simultáneamente empujandola. Ella emitió una cara mohína, sin embargo continuó colocando platos y vasos en aquella larga mesa para aproximadamente 25 personas. Eran las 21:30hs y la mesa ya estaba llena de gente. La carne en la parrila, las ensaladas en la mesa. La abuela , siempre acompañada de algunos de sus hijos, siempre altanera, contaba sus anécdotas vulgares sin pudor. Todos reían, los más inocentes sentían asombro, pero siempre reían. Ya sentíasen las voces de todos , primos, tíos, hermanos, pequeños, jóvenes, adultos, sentados en aquella gran y larga mesa. Ahí estaba Jazmín, una de las jóvenes de la familia, le gustaba leer, se sentía libre porque era autónoma de sus decisiones, de sus pensamientos; sentía la infelicidad cuando veía la decadencia de los jóvenes de su edad, y la ignorancia de estos mismo. Se acordó de su profesor de filosofía, "lo peor de este país, dijo, es que la sociedad respeta más a la persona que sale de noche, a los bares, toma hasta embriagarse, le sacan fotos con el vomito en su pecho; para la sociedad de este país eso es lo más genial, sin embargo, alguien que lee por las noches, escribe sin errores de ortografía y fundamenta lo que piensa es un gil". Jazmín compartía ese real pensamiento incondicionalmente, pero esa realidad la hacía infeliz. Tenía tan solo 17 años, y fue feliz cuando fue con su madre a hacerse socia de la biblioteca popular de aquella ciudad; pero estaba molesta.Las reglas de la biblioteca exigía: Cumplir con la mayoría para ser socio y poder retirar algún libro cuando se le cantase. Como siempre, exclamó: "¿Qué pasa con esta biblioteca?¿Uno tiene que ser mayor, para poder leer un libro?" . La bibliotecaria rió con estupefacción. Jazmin fue guiada hasta un aposento modesto con el olor a hojas escritas y mucha literatura. Jazmín se sintió a gusto. La bibliotecaria le mostró los muebles llenos de literatura. En una sección habia literatura francesa, en otra latina, en otra occidental, por otro lado poesía , y Jazmín se tardó 10 minutos en elegir un libro que le hizo amar la filosofía. Tomó un libro, leyó unos segundos, y lo volvió a dejar de donde lo había sacado. Ojeó algunos otros, y volvió a tomar el primero ; "Los caminos de la libertad, La edad de la razón". Ese día le contó a toda su familia aquel libro que leía, que ya era socia de la biblioteca, y esa sonrisa no se le borraría por nada de el mundo. Eran ya las 24:00hs y la familia se encontraba dichosamente bailando, algunos con unas copas de más, pero nadie perdía la cordura. Se sentó en una silla color ámbar situada en un rincón cerca de un parlante que cantaba música de acordes sencillos con un ritmo acelerado ,miró la hora, eran las 03:00am, sus piernas estremecidas y adoloridas por tanto baile y su sonrisa seguía allí. Le gustaba bailar con su familia, era diversión asegurada. Luego miró la silla en la que se sentaba La Petiza, una señora de 60 años con un autoestima elevado, sin embargo muy simpática y por lo tanto, nadie le podría guardar rencor, Jazmín vio en la cara de La Petiza la misma sonrisa que ella tenía, luego miró a su Tío Gabriel, el también tenia una sonrisa dibujada en su cara. Jazmín miro a su alrededor y vio esas sonrisas en cada una de aquellas caras, vio felicidad.

II

Luis Alberto estaba tomando un café cortado en la esquina de la calle Atahualpa Yupanqui y Carlos Gardel, leía el diario de aquella mañana del 16 de abril, le atraían las noticias, pero más le gustaban las cartas de lectores, leía minuciosamente cada detalle de una carta escrita por una mujer llamada María Teler, se quejaba y protestaba del peligro que habitaba en la ciudad, miraba por encima del diario a los transeúntes que entraban y salían de aquélla cafetería para nada hogareña. María citaba "No salir por miedo a que te roben, no poder ir a la plaza a tocar la guitarra, a expresar el arte; el miedo y los delincuentes reprimen el arte, por lo tanto retrocedemos en lo socio-cultural, la policía lo ignora, y eso los hace ridículamente necios". A Luis le gustaba aquella forma de expresarse, sentía a esa mujer libre y estaba orgulloso de aquella mujer desconocida, orgulloso de algo que no era suyo. Llamó al mozo, pidió la cuenta y dejo en aquella mesa redonda 25 australes. Salió de aquella cafetería y sintió ganas de caminar hacia casa, era menester caminar bajo esa llovizna sin ninguna briza. Se topó en el camino con una plaza color verde, con juegos para niños, pero estaba vacía y decidió sentarse allí, en el verdoso pasto bajo un techito en donde los de servicio comunitario regaban por las mañanas la plaza. Le gustaba la soledad, se sentía cómodo y feliz, logró encender un cigarrillo y exhaló aquella bocanada mentolada,su cuerpo se sentía relajado. Pensó: "Qué mejor manera de empezar un día como esta" y logro ver una diminuta silueta que caminaba hacia él como corriendo. Atónito porque la silueta se acercaba cada vez más , no supo reaccionar cuando ya era muy tarde, la silueta se encontraba a su lado. Era una mujer no muy gorda, ni tampoco muy flaca, que usaba anteojos empapados, su cara lucía intelectual.

-"¿Sería ud tan amable de convidarme un cigarro?"- Dijo ella.

El la miró con desconfianza:

"Sírvase"-Respondió con cordialidad.

Una sonrisa pícara se dibujó en la sonrisa de la joven mujer.

-"Mi nombre es Maria, dijo, Maria Teler".

Luis Alberto tenía la misma sonrisa que Jazmín.

III

Marcela y Gustavo estaban en la fila del supermercado, esperando ser atendidos. A ambos les gustaba la misma música y se entretenían en aquel puestito de Cd's de los años 70, 80. Su amor hacia la música no era intransigente, pero no le gustaban nada después de 1995, pues consideraban ya la música como algo comercial y eso les fastidiaba. De vez en cuando se miraban con ese enamoramiento que rebasaba sus ojos y se besaban apasionadamente pero cortamente. Se burlaban de la gente sin maldad,mientras ella se reía literalmente en la cara de Gustavo; apoyaba su diáfana sonrisa en la cara de Gustavo, eran felices.

-"¿Qué pasa con la gente de la fila?¿Con esas caras sórdidas? Yo me encuentro muy radiante en este lugar,solo por tener una sonrisa en mi cara.¿A usted que le parece mi querido Gustavo"?- Preguntó Marcela.

"Mire a su alrededor, mi Querida Marcela, mire atrás, ahora mire hacia el señor cajero y sus clientes esperando que los atiendan, ¿Usted ve felicidad en algún lugar como este?" -Respondió Gustavo.

"Es verdad, dijo Marcela, todos ellos piensan que están condenados a esperar eternamente solo para tener dichas necesidades de la vida, pero lo que no se dan cuenta, es que uno no debe esperar para conseguir dichos objetivos y lograr alcanzar la felicidad, sino que uno hace su felicidad"

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